Un año más se aproximan las fiestas de la Pasión y Muerte de Jesús. Un año más vuelven a mi los recuerdos de infancia, adolescencia y primera juventud. Un marco incomparable, la Parroquia de la Asunción.
Me vine a Málaga en 1962 y comencé a vivir de forma distinta estas fiestas. Alguna vez volví por mi tierra para estas fechas, pero ya no era el joven de antaño. Mis hijos, algún año, decidieron vivirla como lo hizo su padre. Se vistieron con la túnica de la Expiración que fue de su abuelo y después de su padre. Hicieron el acto de penitencia algún Viernes Santo. Yo muy orgulloso, eso si. Esos serán sus recuerdos, pero no los míos.
Este año he decidido dejar aqui plasmados aquellos lejanos recuerdos. He pedido a un amigo: Luis García del Arco, (que me recordaba de mis dos años de maestro en las Escuelas Graduadas), que me enviase fotos de la imaginería de Villacarrillo. Lo ha hecho y me he dado cuenta que todo ha cambiado. Hay más imágenes, sobre todo Marianas, algunas otras cristíferas que tienen su sede en la nueva Parroquia San Francisco de Asis.
Por aquellos lejanos años todo empezaba el viernes de Pasión. Desde la Iglesia de Santa Isabel de los Ángeles, se trasladaban La Oración del Huerto y Nuestro Padre Jesús Caído a la Parroquia de la Asunción. la única que por entonces había. Era una procesión en la que quienes más disfrutábamos éramos los críos.
Siete días después, la Virgen de los Dolores, obra de Juan Blanco Pajares del año 1941. Recorría las calles del pueblo para conmemorar el viernes, llamado de Dolores. Es una imagen de vestir, de bello rostro, que expresa de forma admirable el dolor materno y que porta en una de sus delicadas manos un pañuelo para enjugar sus lágrimas. Única imagen mariana, por entonces, de nuestra Semana Santa. En los cincuenta, sin palio.
Domingo de Ramos.
Amanecía con el eterno dicho o refrán: "Domingo de Ramos, a quien no estrene se le caen las manos". Algo se estrenaba, aunque fuesen sólo unos calcetines. Había Procesión de Palmas por Ruedos de Iglesia, pero sin Pollinica (perdón, es el nombre que se le da en Málaga a ese paso procesional).
Martes Santo.
Ya bien entrada la noche, salía la procesión del Silencio. Los penitentes con túnica marrón, cubiertos pero sin "cucurucho", ceñidos con una cuerda de esparto, calzados con las autenticas esparteñas y portando, muchos de ellos, una cruz. Un Cristo Crucificado que sigue saliendo el mismo día y lo podemos contemplar en la Sacristía Parroquial, Era portado por cuatro penitentes. Formé parte de esta cofradía, creada por don José García Bellón, farmacéutico y profesor.
Ya bien entrada la noche, salía la procesión del Silencio. Los penitentes con túnica marrón, cubiertos pero sin "cucurucho", ceñidos con una cuerda de esparto, calzados con las autenticas esparteñas y portando, muchos de ellos, una cruz. Un Cristo Crucificado que sigue saliendo el mismo día y lo podemos contemplar en la Sacristía Parroquial, Era portado por cuatro penitentes. Formé parte de esta cofradía, creada por don José García Bellón, farmacéutico y profesor.
Miércoles Santo.
La Oración en el Huerto, obra del valenciano Enrique Bellido 1951. En su recorrido se notaba que el ambiente procesional aumentaba. Los hermanos de la cofradía eran los mismos de la Caída, pero desfilaban sin capa, sólo con túnica blanca y capirote azul.
Jueves Santo.
"Hay tres jueves al año que relucen más que el sol Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión". Hoy sólo nos queda el primero, aunque en nuestro pueblo EL CORPUS sigue siendo el día mas grande, aunque sea en domingo.
Después de los oficios se procesionaba, y, se sigue procesionando Nuestro Padre Jesús de la Flagelación, obra realizada en Granada en el año 1948 por el artista Eduardo Espinosa Cuadros. Hay referencias que la primitiva era de Bernardo de Mora. Nuestra Virgen de los Dolores, volvía a salir acompañando a su hijo, pero sin San Juan.
Viernes Santo.
Era el día más esperado. Se iniciaba con la procesión conocida con el nombre de "El Paso", que de entonces a ahora ha cambiado mucho. Pienso que ha perdido el sabor popular que antaño tenía-
Todo
empezaba a las seis de la mañana y de manera puntual. Por la Puerta de la
Umbría aparecía la imagen de Jesús
Nazareno, obra del escultor sevillano Juan Blanco, año 1941. Imagen
de bello rostro desencajado por el sufrimiento. En el año 2004 se le añadió la figura del Cirineo, obra de Manuel Luque Bonilla. Desde pequeño la he
admirado. Siendo niño, siempre me acercaba a su capilla revistiéndome de valor,
pues, pese al miedo que me causaba su contemplación, era imposible ir y no
hacerle una visita, mirarlo y sufrir con
Él.
Aparecía por la puerta precedido de una legión de romanos y gran número de hermanos nazarenos vestidos totalmente de morado, uniformidad de color que sólo rompía el cíngulo amarillo. Entre ellos, destacaba el voluminoso cuerpo de un panadero, Eduardo, hermano ferviente de esta hermandad y, que seguro, será recordado por todos los paisanos que le conocimos. Justo detrás de la imagen una larga y pesada bocina que era transportada por varios hombres y
uno de ellos conseguía que sonase de forma característica a lo largo de todo el
recorrido, haciendo que sus pulmones quedasen exhaustos por los prolongados
soplos. Tras la mencionada bocina una pareja de hombres entonaba constantemente
saetas peculiares y únicas !Que lástima que se hayan perdido! ¿Quizá no? Existen videos en you tube relativos al tema. (quien me pueda enviar enlaces, se lo agradeceré y procurare incorporarlos)
Después, y delante del Nazareno,
aparecía la Santa Mujer Verónica una bella imagen
policromada, de autor desconocido y que hoy día luce bellas ropas hebreas.
Estas dos imágenes hacían su recorrido por la parta antigua del pueblo, hasta desembocar en la Plaza de los Caños.
Una hora después, aparecían por la misma Puerta de la Umbría San Juan obra del granadino Navas Parejo y, para mí, de dudosa calidad artística. Desde el primer día se le encontró parecido con alguien del pueblo. Era llevado por gente joven, que realizaba con él actos de dudoso respeto.
San Juan guía a La Virgen, otra vez la de los Dolores, en busca de su Hijo con un corto recorrido, por Vandelvira y
Feria, para esperar en torno al edificio del Ayuntamiento.
La plaza repleta de
gente; El Nazareno se abre paso entre la multitud, hasta colocarse en el centro, escoltado y protegido por la
legión de romanos. Empezaba lo más esperado de toda la Semana Santa: El encuentro.
En primer lugar se aproximaba
la Verónica con su paño inmaculado para limpiar el rostro de Jesús, siempre con
la venia del jefe de los romanos. En su retirada, aparecía milagrosamente el
Divino Rostro impreso en el paño de la piadosa mujer.
Posteriormente, San Juan
acompañaba a la Madre al encuentro con su
Hijo. Tres intentos de aproximación. En los dos primeros, los soldados romanos
cruzaban las lanzas impidiendo el encuentro; en el
tercero, cuando las lanzas estaban cruzadas, aparecía de pronto un Ángel
con una espada y, tras una breve poesía o discurso, golpeaba las lanzas, y
éstas se separaban dejando expedito el camino. Era el momento culminante del
acto: la gente lloraba, sobre todo los más jóvenes que lo vivíamos como real.
A la mayoría, les habría gustado ser el Ángel; algunos niños, San Juan; las niñas, Verónicas;
ninguno, romano.
Terminado el encuentro,
la procesión continuaba un largo recorrido ya con las cuatro imágenes: primero
la Verónica, tras ella el Nazareno, después San Juan con su dedo señalando a la
Virgen, que cerraba el cortejo, el camino a seguir.
Otro momento especial en
el recorrido era la llegada al Paseo del Santo Cristo; no era ningún simulacro
ni recuerdo de la pasión; era un momento muy particular, pues allí, casi todos
los niños, que no teníamos que cumplir el precepto del ayuno, devorábamos algo
típico del pueblo: el hornazo.
Se podía pensar que la
procesión acababa en el Paseo, pues el público iba disminuyendo a lo largo del
recorrido; otra era la razón del abandono: había que prepararse para la
procesión de las once.
La Caída.
Era la procesión
señorial, salía de la Parroquia de la Asunción. Estaba formada por un solo paso
que representa a Jesús en una de sus caídas. La imagen, obra del granadino
Navas Parejo y de 1941, es de gran belleza.
La salida del Viernes se
realizaba a las once y con el nombre de la hora se denominaba comúnmente. En el
recorrido era acompañada por gran número de hermanos de túnica blanca con
cíngulo morado, caperuz blanco y capa
morada. El pueblo entero salía para ver esta procesión, pues al fin y
al cabo, era una hora muy adecuada para ponerse las mejores galas.
Esta procesión no era
una de mis favoritas, pero el paso del tiempo ha hecho que le tenga un cariño
especial, ya que en Málaga, donde llevo residiendo muchos años, el Jueves Santo
realiza su desfile procesional la cofradía de Nuestro Padre Jesús de la
Misericordia, conocido popularmente por el sobrenombre de El Chiquito, imagen muy parecida a La Caída de mi pueblo, las dos
salieron de las manos del mismo escultor.
Misericordia de Málaga "El Chiquito |
La Expiración. Tuvo desde sus inicios un gran éxito, ya que fue re-fundada por los hermanos del Cristo de la Vera-Cruz. Comenzó con un solo trono, sin Virgen que le acompañara. Cristo clavado en la Cruz y la Magdalena a sus pie, es obra de José Navas Parejo y del año 1945. Los hermanos con túnica blanca, caperuza y capa negras, cíngulo negro. portando en sus manos tulipa blanca sobre soporte de madera rojo, fueron, muy numerosos. En mi familia la vistió mi padre, la vestí yo, la han vestido mis hijos y se conserva por si alguna vez deciden vestirla mis nietos.
El cortejo penitencial,
en los primeros años, para respetar cronológicamente el momento de la muerte de
Jesús, salía a las tres de la tarde de la Parroquia de la Asunción. Este
horario pronto acarreó problemas, sobre todo, cuando el Viernes Santo era
caluroso el desfile se hacía insoportable para los hermanos, incluso se
producían algunos desfallecimientos. El gran número de penitentes del primer
año fue disminuyendo en los siguientes, tan aceleradamente que se tuvo que
cambiar la hora. El primer cambio fue para las doce; no duró mucho, pues había
dos procesiones en la calle a la vez y para un pueblo era demasiado. El
siguiente cambio fue unificar La Caída y
la Expiración, como procesión de las once, aunque al principio existieron
problemas protocolarios sobre cual de las dos llevaría la titularidad y la
representación. Estos problemas hoy día parecen estar solucionados, al ser dos
desfiles que salen de distintos lugares
y a distinta hora, pero que se unifican a lo largo del recorrido.
Procesión General.
A las siete de la tarde era la hora fijada para el
gran desfile procesional del Santo
Sepulcro, pero que popularmente
era conocido con el nombre de Procesión General. El nombre le venía por ser un
desfile con todas las imágenes de nuestra Semana Mayor; era la procesión
oficial y la más multitudinaria, A ella acudía todo el pueblo, grandes,
pequeños, amas de casa, campesinos que subían de los cortijos, en fin, todo
aquel que pudiese caminar, pues era el momento en el que se podían contemplar
todas las imágenes. Muchas personas mayores, con dificultades para caminar,
hacían un esfuerzo y se colocaban en algún lugar del recorrido y esperaban
pacientemente el paso de todas las imágenes. Era algo cansado, pero se hacía. Este
largo esperar hizo que se extendiese un dicho popular que rezaba: "eres más pesado que la General de Viernes
Santo".
En este desfile todas
las imágenes iban acompañadas por sus séquitos correspondientes, los mismos que
habían llevado en su momento procesional, incluso algunos más, pues había
hermanos que sólo hacían penitencia en esta procesión.
La titularidad la
llevaba el Santo Entierro, una
bellísima imagen de Cristo Yacente, del valenciano José Casanova Pinter, realizada en 1945. Cristo yace dentro de
una gran urna de cristal; ante el trono, los Hermanos Mayores de las diferentes hermandades. Los
penitentes, vestidos totalmente de negro.
El itinerario no era de
los más largos y, aunque cambiase, tenía dos puntos de parada obligatoria; el
primero, en la Plaza de Serrano San Martín (aquí se quedaban La Oración en el Huerto y La Caída, que
finalizaban el recorrido en la Iglesia de Santa Isabel); el segundo en la Plaza de los Caños (donde se
rezaba un responso). Posteriormente, las restantes imágenes continuaban su recorrido hasta la Parroquia
de la Asunción.
La Soledad. El viernes se cerraba con este desfile procesional.
La misma Virgen de los Dolores, que había acompañado a su Hijo en varios
momentos, salía de la Parroquia de la Asunción a altas horas de la noche, algo
se le cambiaba en su atuendo. Ahora iba traspasada de dolor y sola con su
tristeza, de ahí el nombre.
Era un desfile muy
esperado por las mujeres, sobre todo jóvenes, del pueblo, que en gran número
acompañaban a María ataviadas totalmente de negro, con elegantes trajes y
tocadas con la mantilla española. Las jóvenes, en edad de merecer, gustaban de
engalanarse en esta procesión, pues era un buen escaparate para pasear su
belleza, casi siempre realzada por la mantilla y sabiendo que todos los jóvenes
del pueblo, también en edad de merecer, aparecían en todas las esquinas, no
sólo para acompañar a la divinidad de María en su Soledad, sino para ver a la
mujer humana sobre la que habían puesto sus ojos, admirarla, presumir de su
donosura, e incluso piropearla quedamente.
Así era el Viernes Santo campiñés, lo recuerdo
con cariño y de manera distinta según la edad que tenía. Como niño, El Paso.
Como joven, La Soledad. Ya de mayor, el Santo Entierro. Como malagueño adoptivo, La Caída. Siempre, La Expiración.
AGRADECIMIENTOS:
A Luis García del Arco por las numerosas fotos que me ha enviado.
A Diario Cultural de Villacarrillo y en especial a Luis Martínez ya que he utilizado alguna de sus fotos.
A Pasión en Villacarillo, por la misma razón
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