RETABLO
DE PENTECOSTÉS
Historia
En
el siglo XVI se amplía la iglesia de Santa María, en tiempos del obispo don
Francisco Delgado López, y se incorpora un retablo al ábside principal. Si la
fecha es correcta, este retablo tuvo que sufrir grandes cambios a finales del
XVII, por la construcción del camarín y quedaría estructurado como embocadura
del mismo.
Estaba
formado por una calle central, dos laterales, y una coronación o ático.
La
central, como gran arco de triunfo abocinado con decoración de medallones
encadenados y decoración vegetal. En las
enjutas del arco cabezas de ángeles.
Las
calles laterales son mucho más estrechas con dos casetones o encasamientos
alargados, decorados con imágenes. Aparecía
una especie de polsera o polvera baja con decoración vegetal y en su
base se incorporaban dos nuevos casetones con figuras, que hacían un total de
seis.
La
coronación o ático era un gran semicírculo, culminado en el punto más alto por
una figura del Padre Eterno.
En
1936 se perdió toda la iconografía excepto la figura del Padre Eterno y dos
cabezas de ángeles aladas. Sin embargo, sí se conservó casi la totalidad de la
estructura arquitectónica del retablo.
Por
todo ello, y hasta la década de los 70 podemos hablar de un retablo muy pobre,
al que en tres décadas sólo se le adosan dos imágenes policromadas (un Sagrado
Corazón y un San José) en los dos casetones bajos de las calles laterales.
Será
ya entrada la década de los 70, cuando, con motivo de la solicitud al
Patrimonio Nacional, para que fuese declarado el conjunto arquitectónico
Monumento Histórico Artístico, el entonces alcalde y Hermano Mayor de la
Cofradía, Marcial Medina Berzosa, ordenó la limpieza del encalado existente en
todo el edificio y encargó al joven Casto Sirvent Maza, carpintero local, la
restauración y estructuración del retablo.
Se
le agregarán dos casetones como arranque de una nueva calle y a su lado dos
cuadros con pinturas relativas a San Esteban procedentes de la parroquia.
También una cornisa con modillones que desempeña el papel de banco, sustituyendo al antiguo altar que ya no era
necesario por el cambio del rito litúrgico tras el Concilio Vaticano II. El lugar que ocupaban primitivamente las
figuras, fue ocupado por candelabros.
El
27 de enero de 1978 la iglesia de Santa María del Collado fue declarada
Monumento Histórico Artístico.
La
Muy Antigua, Ilustre y Real Cofradía de la Santísima Virgen del Collado
Coronada, se ha preocupado por cuidar, mejorar y atender el patrimonio de la
misma. Ha sido su actual junta directiva quien más empeño han puesto en la
restauración del retablo.
Todo
se inició, tras la Coronación Canónica de la Virgen del Collado el 16 de julio
de 2006.
Ya
se veía la necesidad de restauración de la estructura arquitectónica, que
empeoraba por momentos, por lo que se empezó a pedir consejos y opiniones y se
decidió buscar ayudas para embarcarse en el proyecto.
En
una visita que hizo a Santisteban en 2007 Antonio Garrido Moraga(D.E.P.), filólogo, ex
teniente alcalde de cultura de Málaga y reconocido cofrade, visitó la iglesia
de Santa María y aconsejó la necesidad de mejorar el retablo. Habló del
escultor Jesús López García, Suso de
Marcos, gallego, afincado en Málaga, muy conocido y autor de numerosas obras. Se puede mencionar el Cristo del Perdón de la Cofradía malagueña, conocida popularmente como Dolores del Puente
Siguiendo los consejos del señor Moraga, que curiosamente
sería pregonero de las fiestas de Pentecostés de 2013, se establecieron los
primeros contactos con Suso de Marcos.
Finalmente, sería él quien se hiciese cargo de realizar la decoración
escultórica del retablo. De la mejora y
ampliación del marco arquitectónico, se encargaría Casto Sirvent Maza, que ya había trabajado en su restauración en
los años 70. La restauración del retablo ha sido posible gracias también a la
colaboración de Fundación Unicaja y Fundación Caja Rural de Jaén.
Se
acordó que siendo la Virgen el motivo central y Pentecostés la fiesta litúrgica
en torno a la cual gira todo, lo mejor sería que el retablo debía hacer máxima
referencia a esta festividad. Suso de
Marcos se ofreció a recrear el momento y, desde mi punto de vista, creó que
lo logró. El día 20 de abril de 2013,
se procedió a bendecir la restauración del retablo del altar
mayor de la Iglesia de Santa María del Collado.
Estructura actual del retablo
Al ser las figuras
del Padre Eterno
y unas cabezas de angelotes alados, que han quedado situados por encima de
Pedro y Pablo, las únicas imágenes que se conservan del primitivo retablo, Suso de Marcos ha tenido que ajustar la
policromía del apostolado a estas figuras y, con su maestría, ha sabido crear
una gran obra.
Coronación o ático
En
la coronación del retablo y como eje central de la misma aparece La
Santísima Trinidad.
El
Padre Eterno representado de medio cuerpo, en alto relieve, como Pantocrátor,
bendiciendo con una mano, y la otra apoyada sobre una esfera que representa el
firmamento. Bajo El, el Hijo crucificado en el casetón central, y a los lados
dos casetones vacíos que reclaman pronta ocupación. En la clave del arco
triunfal la Paloma, Espíritu Santo, tallada por Suso de Marcos.
La
figura del Padre Eterno está atribuida al maestro del siglo XVI Sebastián
Solís. Iconografía semejante aparece en retablos del mismo autor, como el de
Cambil o el de la Catedral de Jaén. Esta figura formó parte de la Magna
Exposición Diocesana “En la Tierra del Santo Rostro”, en 2001.
A
los laterales del gran arco de triunfo, el maestro Sirvent completa la calle iniciada en los años setenta y agrega una
nueva con dos casetones. El retablo queda así conformado con seis estrechos
casetones y una tabla pictórica con la iconografía de San Esteban, a cada lado
del gran arco central.
Lado izquierdo o del
Evangelio. Pedro,
Juan y Tomás (arriba). Mateo, Santiago el menor y Simón (abajo). La tabla
pictórica hace referencia a la lapidación de San Esteban.
Lado derecho o de la Epístola.
Pablo , Andrés y
Bartolomé (arriba). Felipe, Santiago el mayor y Judas Tadeo (abajo). La tabla
hace referencia a la predicación de San Esteban.
El color
Suso
de Marcos, como ya se ha mencionado, utiliza el color obligado por la policromía
del Padre Eterno de Sebastián Solís, pero procurando que la policromía no
esconda la belleza de las tallas, sino que realce el significado de las
figuras.
Las
ropas de Pedro, Santiago el mayor y Bartolomé están policromadas con suaves
tonos fríos. El artista ha querido representarlos como figuras serenas,
tranquilas.
Pedro no aparece en el retablo como la figura enérgica del Discípulo de Jesús,
sino más bien como portador de la serenidad y dulzura del primer Papa de la
Iglesia, con su símbolo característico de las llaves.
Santiago
tampoco está representado ni como “hijo del trueno” (boanergués),
como le llamó Jesús, ni como el Santiago “Matamoros”, de la reconquista
española. Está representado como un peregrino, con las conchas y el bastón con la calabaza.
Bartolomé
está representado, como es costumbre, portando en su mano el cuchillo de su
propio martirio, pero también muestra el sosiego que de él destacaba el beato
Santiago de la Vorágine, que decía de él: “se mantuvo ajeno al amor de las cosas en este mundo,
vivió pendiente de los amores celestiales y toda su vida permaneció apoyado en
la gracia y auxilio divino, no sosteniéndose en sus propios méritos sino sobre
la ayuda de Dios”.
Pablo
y Juan, por el contrario, están policromados con predominio de tonos cálidos y
con pliegues más movidos y acentuados, claras expresiones de fuerza y energía.
Pablo,
sin haber pertenecido al círculo inicial de los
Doce Apóstoles,
y recorriendo caminos jalonados de incomprensiones y adversidades se constituyó
en el motor de construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano.
No está representado como el filósofo helénico, que es lo más habitual. Aquí se
representa como el guerrero, con el símbolo de la espada. La iglesia lo ha
elegido como uno de los doce, en sustitución de Matías, que fue en realidad
quien ocupó el puesto de Judas Iscariote.
Juan, el discípulo a quien Jesús amaba, que cuido de María por encargo del Maestro, esta representado con el cáliz que expresa pasión y amor sin límites.
La factura
Los
paños y pliegues, se configuran de manera dinámica a base de planos y aristas
que se atemperan con la policromía. Una de las características, por las que
podemos reconocer la obra de Suso, son esos paños en vuelos imposibles
que se recogen y fraccionan en ondas más pequeñas con caídas ilusorias.
Simón, representado con la sierra, posiblemente como alusión a su radicalismo zelote.
Mateo, representado con el libro y la pluma, en clara referencia a su papel de primer evangelista.
La actitud
A
través de los símbolos y las actitudes, también ha querido el artista plasmar
los estados de ánimo. Santiago el menor con la maza del batanero, expresa la
fuerza y la energía del llamado hermano del Señor y primer obispo de Jerusalén.
Tomás, con el puño bajo la barbilla, expresa de forma maravillosa esa actitud de duda que el propio apóstol planteo ante la resurrección.
Andrés abrazado a la cruz, su símbolo. El apóstol amarrado, en Patrás, sobre una cruz en forma de aspa y que allí estuvo padeciendo durante tres días, sus tres últimos días que aprovecho incluso para predicar a los que se le acercaban. Su rostro representa la resignación.
Felipe
está representado como aquel al que Jesús le dijo “sígueme” o aquel que le dijo
a Jesús: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un
poco» y Jesús le respondió que obedeciera. Es decir su actitud es la
obediencia.
Como siempre amigo Ginés un trabajo claro, conciso, muy bien narrado y muy bien descritos cada uno de los elementos que forman ese maravilloso retablo. Nos dejas con las ganas de un tercero ya sabes lo que dice el refrán, no hay dos sin tres. Un saludo fuerte. Javier.
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